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sexo (bufff!)


Curioso asunto el del sexo, tan pronto lo banalizamos como lo trascendentalizamos.

Lo banalizamos: adolescentes haciendo mamadas en las discotecas, aplicaciones informáticas de cara al sexo, señoras follando despreocupadamente con un individuo sin saber nada de él, series y programas de entretenimiento sexual en la tele, etc

Lo trascendentalizamos: nos escandalizamos cuando sabemos de las mamadas de nuestros adolescentes, presentamos querellas criminales contra el señor con quien hemos follado despreocupadamente, decidimos que follar sin consentimiento y hacerlo con niños es un sacrilegio y el peor delito del mundo, etc .

Así que el sexo es "soberbio, espléndido, magnifico" -como dice el chiste de argentinos-; y simultáneamente es malo, feo, asqueroso, fatigoso, pecaminoso… y cuando nos hacemos mayores, ¡sobrevalorado!.


En fin, banalidad o trascendentalidad. Contradicción, por tanto, en nuestra relación con el sexo. La contradicción es micro y es macro, y la explicamos a partir de la sociedad: de la gestión social del sexo.


Nuestra tesis es que estamos viviendo

1. un cambio de gestión social del sexo

2. en un proceso que la está llevando de ser utilitaria a ser expresiva.

3. Y la contradicción se explica porque este proceso se vive a distintos ritmos e incluso en distintas direcciones, tanto a escala micro -por la autonomía individual - como a escala macro -por la autonomía de las estructuras-.



1.- la gestión social del sexo


La gestión del sexo se ha dado en todas las sociedades del mundo mundial desde que el mundo es mundo porque se trata de un potentísimo movilizador humano que hay que gestionar (controlar).

· Funciona a partir de una variable fundamental que es la demográfica y en concreto de las exigencias del flujo de natalidad (flujo imprescindible para la supervivencia de la especie). Insistimos: depende de la demografía porque está directísimamente y necesariisimamente relacionado con la natalidad (hasta hace poco, los niños sólo nacían si antes se había follado).

· A partir de ahí tiene una clara dimensión económica (evidencia empírica que no hace falta argumentar) contando sobre todo con el actual impacto de la mercantilización en la banalización del sexo.

· También una clara dimensión política: todos los poderes públicos, estatales o no estatales, intervienen y han intervenido con toda una panoplia de normas y leyes, gestiones administrativas, control o hipercontrol o descontrol.

· Y una no menos clarísima dimensión cultural: la gestión del sexo forma parte del estilo de vida de cualquier sociedad: normas, valores, ideologías, tradiciones o costumbres, rituales y prácticas, y desde luego la moral sexual.

Todas las sociedades del mundo mundial desde el principio de los tiempos han tenido, pues, su gestión del sexo.


(Por otra parte, la gestión social del sexo sirve no sólo para ajustar el flujo de natalidad a la lógica reproductiva de cada sociedad... sino también para asegurar la salud psíquica de los individuos, pero ahí no entramos).

Y la gestión del sexo puede ser utilitaria o expresiva, tanto a escala individual como a escala colectiva, por tanto hay que diferenciar la gestión individual (cada ser humano se lo gestiona a su aire –aquí tampoco entramos-) de la gestión social:

• La gestión individual puede ser un asunto inequívocamente expresivo (¡faltaría más!: con el sexo se expresa: amor, deseo, pasión, odio, dominación, y un largo etcétera) y también puede ser un asunto utilitario (con elsexo se calcula y se buscan utilidades diversas).

• La gestión social puede también ser expresiva o utilitaria, y en este análisis la dependencia demográfica es fundamental y explica el cambio más relevante, que es el paso de la gestión utilitaria (sexo-reproducción) a la gestión expresiva (sexo-comunicación).


2.- De la gestión utilitaria a la gestión expresiva: la natalidad es la principal variable explicativa:


El cambio que estamos viviendo es el paso

• de una gestión utilitaria, por tanto, disciplinada y con gran presencia religiosa (y dominación masculina)

• A una gestión expresiva, libre, laica (y crisis de la dominación masculina). Esta gestión, oportunamente mercantilizada, es la que banaliza el sexo.


Y el cambio demográfico es su principal variable independiente:

• En sociedades de alta mortalidad, la alta natalidad es un bien estratégico (sin una alta natalidad que compense la alta mortalidad, la sociedad desaparece). Lo que implica que la gestión social del sexo debe ser necesariamente utilitaria: el sexo sirve para hacer niños y así mantener la supervivencia de la especie (y de paso disciplinar a la sociedad).

• En sociedades de baja mortalidad, al contrario, la alta natalidad deja de ser un bien estratégico e incluso puede ser contraproducente si genera excedente demográfico. La gestión social del sexo puede dejar de ser utilitaria y pasar a ser expresiva

A partir de la lógica demográfica, el cambio se va extendiendo por toda la estructura social y va pasando de la reproducción (de niños) a la producción (de placer y comunicación).

• economía: incremento de todas las iniciativas económicas relacionadas con el sexo y una floreciente industria que se encarga. A parte, obviamente, de la comercialización que ha influido en la banalización.

• política: cambian las leyes, los decretos ley, las ordenanzas, e incluso las intervenciones policiales

• cultura: van cambiando (más lentamente y con desiguales ritmos: esta es una clave importantísima) las normas y los valores, las costumbres, la ideología sexual, las pautas de comportamiento, y la moral


Llegados a este punto cabe recordar la relación entre la estructura social y la acción individual. La acción de cada persona puede ser expresiva y utilitaria: el individuo expresa, se expresa, y también calcula con el sexo. Sin embargo, dado que la estructura condiciona la acción humana, si la primera (básicamente la demográfica) requiere una gestión utilitaria, lo más probable será que la vivencia individual del sexo también sea utilitaria


Cambio social y gestión del sexo: síntesis y traca final


Sociedades de alta mortalidad y alta natalidad:

La alta natalidad es un bien estratégico que debe protegerse: gestión, pues, utilitaria y disciplina sexual. Y como todo va relacionado, estas sociedades suelen ser también de disciplina económica (economía de subsistencia, pobreza), de disciplina política (estados leviatán, es decir, severos y represores) y de disciplina cultural (estilos de vida de sacrificio: la gente venía al mundo a sufrir).

El sexo utilitario se define como natural y está presidido por la reproducción y la disciplina; y el sexo expresivo se define como antinatural e indisciplinado. Importante asunto éste, porque desde la estructura cultural se legitiman las exigencias de la estructura demográfica construyendo una explicación moral (a menudo basada en la moral religiosa) que califica el sexo reproductor de bueno y sagrado (el sexo normal) y el sexo expresivo de malo y maldito (el sexo diferente)


Sociedades de baja mortalidad y baja natalidad

La bajada de la mortalidad y la posterior bajada de la natalidad modifican la gestión del sexo porque ya no es necesaria una alta natalidad. Y como todo va relacionado, estas sociedades suelen ser de economía rica (industrialización y terciarización), estados de servicios, y culturas hedonistas.

La gestión que realizan estas sociedades va haciendo que la gestión utilitaria se vaya dejando de definir como la natural y normal, y en cambio sea la expresiva la que se defina como natural y normal. Por supuesto el sexo se ha desacralizado y se ha ido dejando de considerar bueno o malo. También ha perdido el componente disciplinario.

Por todo ello, si se le añade la mercantilización, la banalización está servida


De la trascendencia a la banalización: un recorrido inevitable

Una gestión utilitaria, disciplinada i con presencia religiosa convertía el sexo en un asunto trascendental (sagrado)

Una gestión expresiva y laica, gracias a la relajación demográfica, combina la mercantilización económica (el sexo es una mercancía en la que se da el fetichismo de la mercancía) con el hedonismo cultural (hemos venido al mundo a pasárnoslo bien: ¡fuera represiones!). Y la política se pone de lado, no fuéramos o fuésemos a perder votos: laissez faire laissez pasar y va que chuta.

Y este recorrido no es ni bueno ni malo sino todo lo contrario.



3.- la contradicción


La vivencia contemporánea oscila, pues, entre la trascendentalidad utilitaria y la banalización de una expresividad mercantilizada y hedonista.

Y esta contradicción se manifiesta a escalas micro y macro: la autonomía individual y la autonomía estructural


Micro: autonomía individual:

Un par de apuntes pueden ayudar a entenderla a escala de la acción humana:

Diferentes individuos pueden vivir diferentes gestiones del sexo. Por ejemplo, por el efecto edad (los adolescentes pueden hacerse una mamada sin más preocupación y los mayores pueden escandalizarse) o por el efecto generación (las generaciones inmediatamente pre-sida y post-sida tuvieron vivencias diferentes)...

Por otra parte, un mismo individuo puede ser ambivalente: puede banalizar y puede trascendentalizar dependiendo de su medio más cercano.


Macro: la autonomía estructural

El sexo es uno de los mejores indicadores de la autonomía de las distintas estructuras de la sociedad (y de sus poderes).

Nuestra tesis es precisamente ésta: que la actual contradicción sobre el sexo también proviene de esa autonomía (fundamentalmente proviene de esa autonomía): las estructuras demográfica y económica han sido las más dinámicas en este cambio, mientras la política y la cultura han ido (y van) a remolque y tienen una mayor persistencia inercial (por ejemplo la fuerza con que perduran los anteriores valores sexuales)


En conclusión, tanto a escala de la acción humana como de la estructura social, las diferentes formas de vivir (y gestionar) el sexo conviven hoy

• Desde la banalización

• Hasta la persistencia de comportamientos y valores ligados al sexo reproductor, con la necesidad de seguir disciplinando la vida de la gente y la potencia que todavía tiene el discurso religioso.


Por eso, persiste en nuestra sociedad la ambivalencia –o plurivalencia- social sobre el sexo.


¡Qué lejos nos queda lo que cantaba Raimon!:

I floriran millor que mai les roses A poc a poc ens clourem com un puny



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